Horas de Café.

Recuerdo como un largo lago de pensamientos, tus manos y tu cabello, la luz era tenue y sólo veía tus labios, la sombra cubría tu rostro, la forma de tus dedos jugueteando con el pitillo de cigarro y tus hermosos ojos.

Te esperé una, dos, tres tazas de café, te esperé como a nadie, esperando todo, con ansias, en un lugar donde no encajaba y sin embargo quería estar ahí para cuando llegaras.

No estuviste ahí, y yo, te amaba, quizás sólo por un segundo, quizás sólo por un minuto, pero lo hacía.

Te esperé como a nadie, bebiendo el maldito café que me recordaba a ti, siendo irónico ya que tu piel muy blanca y el café muy negro son puntos dicotómicos.

Pasaron las horas, y las pasamos juntos, tu risa, tu ser y esa muralla inexistente pero muy real que me impedía besar tus labios, iba destruyéndome cada segundo.

Luego, sólo te fuiste, y aún te amaba.

Ahora el tiempo ya no existe, el reloj que contaba los segundos en que te amaba se detuvo, sigo contando las tazas de café hasta volver a verte.



-Ela


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