GLORIA


Antes de salir de casa, Gloria prende la televisión para ver las noticias, ya que, quiere saber lo que “su papi”, el presidente Vizcarra, dirá en la rueda de prensa, sobre las medidas que este tomará para prevenir el coronavirus.
Tiene la misma preocupación que la mayoría: su propia economía.
Para costear gastos suele vender tamales, pero la última vez, hace tres días, no le fue tan bien.
- ¡Asu mare! Qué pesado es este virus, de los 50 tamales que hago a diario solo pude vender 8, la gente ya no compra. –Le comenta a su comadre por teléfono.
- ¿Y cómo crees que vas a vender tamales si hay coronavirus, comadre? vamos a vender los tapabocas de tela, como te dije, yo los hago y tú los vendes ya. -Le responde su comadre.
Vaciló un momento y aunque su comadre es costurera, no cree que vender tapabocas de tela le genere el dinero suficiente para cubrir los gastos. Igual, accedió.
Gloria vive sola con sus dos niñas: Claudia de 10 años y Rosibel de 8.
Hace tres años su esposo la abandonó, para irse con una chica más joven que ella.
Generalmente, aprovechaba el momento que sus niñas estaban en la escuela para salir a vender sus tamales, ahora, debe salir y dejar a las niñas solas en casa. Está segura que Claudia, la mayor, puede controlar la situación mientras ella no está.
Son las 10 de la mañana, el reloj le advierte que ya es tarde para salir hasta la casa de su comadre a buscar los tapabocas que debe vender en el día.
Se le hace extraño no cargar el carrito con tamales, pero más extraño se le hace salir con tapabocas y guantes para poder transitar con seguridad en la calle.
En el encuentro con su comadre, Gloria bromea y le dice que se siente como una doctora, que pareciera que va a operar a alguien. Ambas ríen. Gloria parte.
Al llegar a la esquina en la que siempre ha trabajado durante dos años consecutivos, Gloria se da cuenta que hay mucha gente en la calle, un vago recuerdo se asoma de cuando era niña e iba de compras con su mamá y lo compara con la época a fines de los 80’s e inicios de los 90’s cuando la gente hacia largas colas para comprar comida, solo que esta vez el opresor era una bacteria. Tiene miedo, no sabe en qué va a parar todo esto.  A su alrededor la gente va, viene, pasa, vuelve a pasar, como las hormiguitas cuando, a propósito, le destruyes la fila y estas se encuentran fuera de espacio y comienzan a dar vueltas alrededor de su suelo; así ve ella a la gente en la calle.
Han pasado dos horas desde que Gloria llegó a su habitual esquina, se dio cuenta que sí, que su comadre tenía razón, los tapabocas se venderían rápidamente, porque son tan dispensable como un plato de arroz en la mesa, es lo que la gente necesita en este momento, algo que los haga mantenerse seguro de la saliva del otro. Aunque sabe que es algo habitual, Gloria vuelve feliz a casa porque regresará con más dinero del que imaginó.




Antonio.

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