MI ABUELO ME DIJO
Siempre recuerdo las historias que contaba mi abuelo
cuando yo apenas era un chiquillo, también recuerdo mi insistencia para que se
quedara y seguir escuchándolo, y como me emocionaba la forma que solo él tenía
para contarlas, yo podía creer fácilmente en la veracidad de sus relatos, porque
ellos me permitían soñar e imaginarme que algún día viviría en un mundo como
los que sus memorias describía.
Hoy cuento las mismas historias a mis hijos, con las
que crecí y creía ciertas; ellos ríen escuchándolas porque las disfrutan, pero
no como lo lograba hacer mi abuelo conmigo. Ellos no fantasean con un mundo como
el de las historias, ya que mis pequeños están seguros que un mundo así no
existe, para ellos es imposible que alguna vez la gente viajara de ciudad en
ciudad alrededor del planeta, ni de que existían enormes áreas verdes plagadas
de árboles en las cuales los niños podían jugar a los exploradores, no creen
que el agua llegaba directo a casa y que incluso se usaba para recrearse, que
existían grandes fiestas donde se reunía toda una comunidad, donde no existía
ningún impuesto por el aire que se respira. Ellos me dicen que eso solo pasa en
Internet, que es cosa de series y películas, y les divierte pensar que yo soy
el ingenuo por creer que alguna vez existió algo así en la vida.
Después de mucho tiempo, ya me encuentro viviendo la
nueva vejez, que alguna vez se llamó la juventud de los 40, aunque quisiera
decirles a mis hijos que sería mejor que no traigan más chiquillos a esta vida,
no puedo hacerlo; porque siento que sería como matar la esperanza que nos
mantiene con el fuego de seguir viviendo. Y debo admitir que en más de una
ocasión he llegado a dudar de lo que fue real alguna vez, pero prefiero seguir
luchando por lo que yo creo que es real, cuando cada vez está más cerca,
mientras ya lo veo acercarse, al final, solo puedo confiar en las últimas
palabras de aquel viejo que amé: perdónanos
por no haber cuidado mejor de este hogar ni dejarles una mejor Tierra donde
habitar.
LáT.
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